...Era un hombre gordo
de barba espesa y mirada perdida, llevaba un bodegon de vino y fumaba un gran
havano magullado por los dedos. La jovencita mirò hacìa atras y sus rostros
parecian de repudio. Cogio las llaves y se marchò a lo que el hombre que
entraba se acerco y me pidio una habitación; le entregue sus llaves y se marchò,
fue asì como conoci la reuniòn de los alevines, donde lo mercaderes escondian
sus secretos. Ya varios me habian dejado uno que otro implemento como forma de
pago. Y eran realmente muy utiles, el carboncillo por ejemplo, era de un
material organico que nunca dejaba de crecer. Asì que por màs que se usara se
mantenia del mismo tamaño, algo muy sencillo pero practico. Mirè el nombre en
el registro del señor de dedos toscos, ya que me gustaba jugar a que yo era un
criptografo descubriendo el nombre de algùn faraòn egipcio. Decia algo como Temper,
aunque no era muy claro podía notarse...
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