Quisiera comenzar con la historia de aquella mujer de cabello corto y labios delgados, mirada perdida por el universo que dejaba ir sus pensamientos màs allá de las estrellas del cosmos. Todos los dias se levantaba temprano a recoger los naranjos que caían en la noche y los animales no se comian; Pero al amanecer siempre era lo mismo, un paisaje verde gigante con pelotas enormes por todos lados, eran realmente unas naranjas enormes las de aquellos arboles, asì habia sido desde siempre en aquel pueblo de gigantes abandonado. Donde los enanos ahora reinaban; Genaro, se dirigia al rio con prisa, el sol ya casi despertaba y sus vacas tenían sed. Matilde, la mujer de cabello corto, estaba lavando en el rio de lagrimas; Donde las madres de los antiguos guerreros enormes habian llorado por años la perdida de sus queridos bárbaros luego de la partida hacia la guerra de los ¨falsos negativos¨; Ya entonces a lo lejos, Genaro podia ver la silueta inconfundible de sus frágiles gestos al asotar las prendas contra piedras planas como mesas. Se hizo a su lado, para poder conversar un poco de la vida, y no falto explicaciones para enterarse del bulto en su vestido que intentaba ocultar llena de nervios. Genaro estiro sus manos gigantes como ramas y la puso suavemente sobre el estomago de ella, dulcemente alzo la mirada y sus labios delgados dejaron salir las palabras màs importantes de aquella mañana : - Vamos a ser padres. El gigante, comprendió claramente la situación, alzo a la pequeña enana preciosa con ambas manos y beso su frente con ternura, sin importar nada màs, solo una palabra dijo antes de tener que marcharse al establo donde lo esperaban sus vacas. - Quiero que se llame Cain como mi padre, yo le enseñare todo, asì como el lo hizo conmigo. Agarro su par de baldes y con pasos lentos se perdió entre las montañas justo antes de que el sol alumbrara las planicies.
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